SANTO DOMINGO. “Le pasó porque visten como unos cueros (prostitutas)”, “Es que quieren hacer lo que les da la gana”, “Las mujeres no deben andar solas”, “Por eso es que las violan, andando de noche solas en la calle”, “Es que ahora las mujeres viven pegando cuernos (infieles) como los hombres”, “Es que no quieren respetar”.
Es probable que alguna vez haya escuchado una de estas frases o posiblemente ha leído alguna en comentarios en publicaciones de redes sociales. Quizás ha utilizado alguna expresión parecida a estas oraciones o las ha pensado al leer una noticia de una violación o un feminicidio.
¿Por qué lo hacemos? ¿Por qué se tiende a culpar a una mujer violada, golpeada o asesinada por los hechos en su contra?
“Es un supuesto socio cultural el que nos hace a las mujeres acreedoras de toda culpa. Establecido en el imaginario socio cultural, somos las responsables de como los hombres nos traten porque una serie de mitos y estereotipos lo deciden de generación en generación, en una cultura, la patriarcal, que tiene entre 4 y 7 mil años”, explica como razón la abogada Susi Pola, presidenta del Núcleo de Apoyo a la Mujer (NAM) en la ciudad de Santiago.
Para Pola, este imaginario se alimenta desde nuestro nacimiento con frases como “la mujer hace al hombre”, un mito que afirma es fijado de manera especial con la histórica bíblica de Adán y Eva. “Una cultura que nos hace culpables y a los hombres, irresponsables consuetudinarios (por costumbre)”.
La mitológica pareja de las escrituras judías también es referida por la terapeuta Itania María. “En nuestro inconsciente somos las malas desde la Biblia, quien hizo entrar el mal, Eva. Y cargamos con esa culpa ancestral”.
La socióloga Tahira Vargas también reseña el peso religioso en los juicios a las mujeres que son víctimas de violencia intrafamiliar y de género, espacio cultural al que le atribuye parte del mantenimiento de la inequidad entre hombres y mujeres, en el que a las féminas “nos educan para ser responsables de la armonía familiar”.
“Las religiones insisten en exigirle a la mujer, en presionarla, para que tenga ese rol, claramente sexista y despojan al hombre de su responsabilidad paterna, en el hogar, en lo domestico y frente a la mujer”, señala Vargas.
Vargas recalca que esta visión permea toda la educación cultura y, por consiguiente, el comportamiento social, que no deja fuera a las mujeres que replican también estas actitudes a sus iguales. “He hecho estudios en comunidades en un grupo focal de mujeres que discriminan a otras.
Que dicen que mi marido me pega y la otra le dice que te pega porque tú no le guardaste la cena, acuérdate que él llegó y tú estabas andando, claro que te tenía que pegar, no estabas esperándolo a él o tú no le pediste permiso para salir, porque se supone que tienes que pedirle permiso para salir”.
Repensar políticas y educar
Cambiar estos enfoques culturales machistas no es tarea fácil, y en República Dominicana, a juicio de la abogada Susi Pola, se ha improvisado en el planteamiento de políticas públicas tanto educativas como de prevención ante la violencia de género.
“Creo que más bien se sigue improvisando con lo que se “puede”, porque, además que no hay presupuesto adecuado para establecerlo, tampoco hay especialidad en el tema desde las instancias gubernamentales, y en general, el Estado dominicano es insensible al tema de la violencia basada en el género”.
Sostiene que para contrarrestar la revictimización, no solo desde lo personal sino también desde los espacios institucionales, “hay que desestructurar estos imaginarios con prácticas de respeto y una cultura de paz, es decir, un proceso que lleva generaciones y aunque sea incipiente, creo que estamos en eso”.
Desde el punto de vista de la socióloga Tahira Vargas, se ha fallado en enfocarse en el hombre al considerar “que el discurso de violencia de género está generando una reacción más violenta muchas veces. Porque primero se debilita a la mujer porque sea hace énfasis en la victimización, entonces necesitamos trabajar más el empoderamiento de la mujer, mayor autoestima. Pero también hay que trabajar con el hombre”.
El enfoque principal, señala Vargas, es el educativo. “Tenemos como sociedad una población masculina que deja la escuela a edades tempranas, un grupo de hombres que está dejando la escuela, lo educativo, entonces es una población que no tiene herramientas para manejarse en términos educativos con sus conflictos, sino que han incentivado la agresividad en la niñez.
Tenemos que cambiar esas lógicas y trabajar más de lleno en términos culturales todo lo que sustenta la violencia de género desde la masculinidad. Los roles de género, las relaciones de género, el trabajarlas con ambos no solo con la mujer”.
Fuente Diario Libre.
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