Marcela Temer, de 33 años, exreina de belleza y modelo, es la nueva atractiva y extravagante primera dama de Brasil. No ha tardado, sin embargo, en dar que hablar por sus gastos exuberantes mientras su país se desliza hacia una profunda crisis económica, informa 'The Daily Mail'. Su marido, Michel Temer, de 75, es ahora presidente interino de Brasil desde que el 12 de mayo el Senado votara a favor del 'impeachement' de Dilma Rousseff.
Desde que apareció en público en 2011 durante la asunción presidencial de Dilma Rousseff, Marcela se ha granjeado la atención de los medios y provocado polémicas reacciones tanto por su exuberante belleza como por sus comentarios y su vida ostentosa.
Por otra parte, una de las cosas que generaron más polémica fue que su hermana Fernanda Tedeschi realizara una sesión fotográfica semidesnuda para la revista 'Playboy', aunque, al parecer, bajo la presión de Marcela Temer, se retiraron en un último momento y las fotos nunca fueron publicadas. Posteriormente se filtraron en Internet.
Lo cierto es que mientras la nación sufre una crisis económica y es sacudida por escándalos que involucran a ambiciosos políticos, pocos perdonan a la primera dama ostentosa que parece peligrosamente desconectada de los conflictos económicos de su país, según el medio. Sus extravagancias y excesos se han conocido durante años.
Por su parte, los brasileños ya han descargado su ira hacía ella,ya que para muchos simboliza las enormes desigualdades sociales que sufre el país. "Mira esa mujer engreída, ahora vamos a estar pagando por sus viajes de compras en Milán y París", comentó un testigo durante el acto la semana pasada.
A pesar de que Brasil entró en recesión, con miles de personas que han perdido sus puestos de trabajo y empresas que han debido cerrar, la esposa del nuevo presidente de Brasil se negó a abandonar su estilo de vida opulento, indica 'The Daily Mail'.
Entre las críticas que la señalan, una de ellas sostiene que cuando Michel asumió el cargo como vicepresidente en 2011, exigió una larga lista de reformas valoradas en varios millones de libras antes de acceder a su vivienda para hacer que su pequeño hijo se sientiera como en casa (todo pagado con dinero público).
La primera dama de Brasil, que se tatuó el nombre de su esposo en su nuca cuando comenzó su relación, se muestra en un aparente segundo plano durante los actos públicos. Sin embargo, ello no evita que sea el blanco de todos.
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