Dos visitas de líderes de países europeos han colocado en las últimas semanas en una posición incómoda a los encargados de protocolo del Gobierno chino y los directivos de los medios de comunicación estatales. Y, una vez más, el auge de las redes sociales y los foros en Internet les ha forzado a actuar de forma diferente a la que, probablemente, lo habrían hecho hace pocos años.
A mediados del mes pasado, la entonces primera ministra de Islandia, Johanna Sigurdardottir, viajó a Pekín, donde rubricó un acuerdo de libre comercio con China, con el que el país nórdico espera ayudar a su economía tras el batacazo financiero de 2008 y el país asiático confía ganar acceso a la estratégica región ártica.
Hasta aquí nada extraordinario para los responsables de protocolo y comunicación en Pekín. El problema se presentó por el hecho de que Sigurdardottir está casada con otra mujer, y, por tanto, su esposa formaba parte de los actos oficiales del viaje a China, un país en el que la homosexualidad –que no fue descriminalizada hasta 1997 y solo dejó de ser considerada una enfermedad mental en 2001– continúa siendo un tabú en la práctica.
Las imágenes de la primera ministra islandesa agradeciendo al primer ministro chino, Li Keqiang, la “amable recepción” otorgada a su esposa -la escritora y dramaturga Jonina Leosdottir- en las noticias de la noche de la cadena de televisión CCTV, conocidas por su formalismo y tedio, y las fotos con la pareja no tienen precedente en el país asiático.
Aunque las grandes ciudades chinas poseen locales y una comunidad gays cada más visibles, pocos son todavía quienes se declaran de forma abierta homosexuales, y la policía sigue acosando de vez en cuando a los activistas y prohíbe acontecimientos y festivales de temática homosexual.
Las presiones familiares y sociales son tan fuertes que muchos gays y lesbianas se casan, solo para aparentar, con personas que desconocen su verdadera orientación sexual o con otras del sexo contrario que están en su misma situación.
Por ello, muchos chinos se mostraron sorprendidos cuando escucharon las informaciones sobre la primera ministra islandesa y su esposa en la televisión. “Cuando la oí agradecer a Li Keqiang el trato recibido por su esposa, pensé que había oído mal”, dijo un comentarista llamado K-ong-Y-ang en su cuenta en Weibo, un servicio de mensajes cortos similar a Twitter.
La emisión pública de la referencia de Sigurdardottir a su mujer ha sido percibida por algunos internautas como una muestra de la tolerancia oficial. “El presidente (chino), Xi Jinping, y su esposa (Peng Liyuan) han dado la bienvenida a la esposa y la novia de los líderes de Islandia y Francia.
Parece que la homosexualidad y la cohabitación pueden ser aceptadas en China”, escribió un bloguero llamado Zhang Shimin.
Quizás era inevitable.
Las agendas de los líderes chinos son parte obligada de los noticiarios, y, según algunos activistas, los numerosos comentarios que bullían en Internet sobre la visita de la dirigente islandesa pueden haber obligado al Gobierno a aceptar la realidad. Sigurdardottir se convirtió en primera ministra de Islandia en 2009, y, consecuentemente, en la primera persona abiertamente gay jefe de Gobierno del mundo.
Se casó con Leosdottir, su pareja desde hacía años, en junio de 2010, el mismo día que entró en vigor la ley del matrimonio entre personas del mismo sexo en Islandia.
En 2010, cuando el ministro de Exteriores alemán, Guido Westerwelle, visitó China con su compañero, los medios de comunicación estatales ignoraron casi totalmente el hecho.
Pero el desarrollo de las redes sociales estaba entonces en mantillas en el país asiático. Sina Weibo, el microblog más popular del país, nació en agosto de 2009.
“Parece que la cohabitación y la homosexualidad pueden ser aceptadas en China”, escribe un bloguero
Algunos comentaristas han arremetido contra el supuesto aperturismo oficial sobre la primera ministra islandesa. “¿Por qué los funcionarios dan la bienvenida con una sonrisa a los gays de otros países, pero son severos con los gays chinos tanto con sus palabras como con sus acciones?”, se pregunta el escritor y bloguero Cao Junshu en Weibo.
El viaje de Sigurdardottir se produjo pocos días antes de que el pasado 27 de abril, los partidos de centroderecha, en la oposición, ganaran las elecciones en Islandia.
La primera ministra había anunciado que se retiraría de la política fuera cual fuera el resultado.
Si la visita de Johanna Sigurdardottir tocó el tema sensible de la homosexualidad, el viaje del primer ministro francés, François Hollande, a China 10 días después rozó otro aspecto también incómodo para Pekín: las parejas de hecho y la convivencia fuera del matrimonio -algo no reconocido legalmente en China-, con el consiguiente problema de protocolo.
Hollande viajó acompañado de su compañera sentimental, la periodista política Valérie Trierweiler.
La primera dama de Francia planteó problemas de tratamiento, ya que los medios de comunicación chinos no podían referirse a ella como “la esposa del presidente francés”.
La CCTV se limitó a mencionarla por su nombre sin darle un título.
Los internautas se han preguntado por qué muchos medios chinos sólo mencionaron en sus informaciones a Hollande. “¿Es embarazoso dirigirse a Trierweiler como ‘la primera novia’ (en lugar de la primera dama)?”, se preguntó un bloguero.
Otro llamado Cui Chengjie suponía que Hollande y Trierweiler no tienen certificado de matrimonio, por lo que, si permanecieron en la misma habitación de hotel, podrían haber violado la ley y “deberían ser castigados”.
China se enfrenta cada vez a mayor influencia y usos y costumbres extranjeros, que entran en contradicción con el conservadurismo de los dirigentes.
Activistas e intelectuales confían en que circunstancias como las de Sigurdardottir y Hollande contribuyan a allanar el camino hacia la aceptación, en un futuro, del matrimonio homosexual y las parejas de hecho.
“Espero el día en que los gays puedan casarse aquí y fundar familias, eso sería respeto de verdad”, ha escrito otro internauta.
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