Escrito por: ANDRÉS L. MATEO
Necesité de una cordura esclarecida para no hundirme en la envidia mientras leía la carta pública que usted me mandó. Según lo que me comunica, como respuesta a mi artículo ¿“Cuánto vale un líder?”, una buena parte de su enorme fortuna se debe a sus actividades como escritor. Conozco muy bien el mundo de la cultura dominicana, y éste es un dato verdaderamente sorprendente y envidiable. Usted siempre se parece a sí mismo, y la prepotencia no lo deja mirar ni siquiera lo que tiene ante sus ojos.
Juan Bosch, un verdadero paradigma intelectual, un autor de renombre indiscutible, un escritor en sentido estricto, creador fundacional del cuento moderno dominicano, el más conspicuo en el circuito de la circulación del libro como mercancía, no tenía casa propia; y hubo que realizar una colecta pública para construirle una. Para un hombre como usted, que se regodea tanto con la figura de Juan Bosch, debería ser por lo menos un confort ofensivo tener dos residencias campestres, una en Jarabacoa y otra en Los Mogotes, con piscinas y caballerizas (igual a las del “Jefe”), y finca anexa; y no declararlas como manda la ley. Yo lo felicito si en verdad la escritura forma parte significativa de la acumulación originaria que lleva a tanta riqueza. Lo mismo le digo respecto de la vida académica, cuyo ejercicio jamás aporta la opulencia que usted exhibe. En ambos casos, literatura y academia, mi experiencia de vida avala el juicio.
Sin embargo, ni su fortuna ni su personalidad me encandilan. Mucho menos su discurso altanero. La honestidad no es como esos grandes conceptos de la fe, en los cuales se exime de la prueba. La honestidad existe como criterio de la práctica social, y ella no es ni comunista ni reaccionaria, ni peledeísta ni perredeísta, ni atea ni cristiana. Usted mismo, cuando la denuncia de las nominillas del PLD, ¿no declaró a la prensa que tenía nominillas en la Superintendencia de Seguros? ¿Es mentira o verdad que usted no ha pagado la energía eléctrica, y aun así se le mantiene el servicio? ¿No es cierto que sus dos residencias campestres están ahí, que no se las inventó nadie, y que en un marco racional de las ejecutorias públicas la ley obliga a declarar sus bienes? ¿No es usted el mismo personaje que declaró a la prensa que en política hasta el crimen se justifica?
Lo que pasa es que el semblante furtivo de su ideología es el autoritarismo, y su carta vale más por lo que deja de decir que por lo que dice. Su opción es el silencio. Estamos viviendo un frenesí desbordado de la pequeña burguesía por enriquecerse desde el poder. Cada quien es una aventura particular que desemboca en la nada, y el Estado es como una nave asaltada en medio del mar por los piratas. Lo que la corrupción ataca ahora no son los ornamentos de la patria, sino su piel. Y usted pretende intimidarnos, sumirnos en el silencio, porque el cinismo ha llegado al extremo de considerar que lo malo no es hacer las cosas, sino decirlas.
Yo amo la libertad que he conquistado sin amasar riquezas. ¿Acaso no es la libertad esa mirada que transforma la existencia en vida? No hay libertad sino en la elección de un comportamiento humano que no brota del temor, del desconocimiento, de la miseria o de la intimidación. La suya es una escuela de autoritarismo, y yo no tengo ningún respeto por alguien que pregona que la vida humana está subordinada a las estrategias de carácter político. ¿Qué carajo habita en esa facticidad desnuda de los políticos dominicanos, en la cual la verdad es puro resplandor de charlatanes de feria, y en la que, en un mismo golpe extendido hasta el infinito, se ha borrado todo vestigio ético, toda solidaridad verdadera?
Siempre recordaré la imagen de Juan Bosch, que Euclides Gutiérrez debería sacar de su boca, porque ese cortejo de ansias y de pasiones por el dinero no formaban su gloria. La tierna y valerosa consagración de su imagen ha de durar todo el tiempo de vida de esta nación, porque se resistió a la tentación del dinero, y porque su idea de la gloria no se empinaba sobre la riqueza material. Así de simple, Euclides.
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