Reportar sobre la industria ilegal de narcóticos y el crimen organizado en América Latina y el Caribe es mucho más difícil, complejo y peligroso de lo que parece, según un nuevo libro digita en español e inglés lanzado por el Centro Knight para el Periodismo en las Américas, en conjunto con las Fundaciones Open Society.
El libro, Cobertura del Narcotráfico y el Crimen Organizado en Latinoamérica y el Caribe, da cuenta del intenso y violento clima de trabajo que enfrentan periodistas de la región en forma diaria, un ambiente genera autocensura e interrogantes sobre cómo la cobertura puede informar mejor a la audiencia. La publicación es resultado de la reunión de periodistas, académicos y expertos en el 8º Foro de Austin de Periodismo en las Américas, celebrado en la Universidad de Texas en Austin en septiembre de 2010. El libro se puede descargar gratuitamente en formato PDF desde la la Bilbioteca Virtual del Centro Knight.
Cobertura del Narcotráfico y el Crimen Organizado en Latinoamérica y el Caribe se basa en el animado debate que tuvo lugar por dos días entre los casi 50 participantes del Foro de Austin y está complementado con artículos escritos por expertos. Tyler Bridges, un periodista independiente estadounidense con sede en Lima, Perú, da la partida al libro con un resumen de las “lecciones claves” que surgieron en el foro. Por ejemplo, los carteles de droga operan como si fuera grandes negocios transnacionales y las fronteras son prácticamente insignificantes a la hora de traficar, dice Bridges. El resultado es que los reporteros tienen que pensar en problemas más allá de sus propios países.
Bridges destaca que los capos de las drogas están concentrando sus esfuerzos en países donde las autoridades son propensas a los sobornos. Los periodistas, añade, deben romper la rutina de reportar sobre el más reciente asesinato y en cambio prestar más atención a problemas relacionados con el narcotráfico, como la pobreza y los problemas causados por la corrupción. Los periodistas también necesitan reconocer que un periodismo agresivo redundará probablemente en acoso gubernamental, al punto de poner sus vidas en mayor riesgo.
El profesor Bruce Bagley, del Departamento de Estudios Internacionales de la Universidad de Miami, ofrece un análisis de las principales tendencias en la evolución del crimen organizado y el narcotráfico en los últimos 25 años. Entre otras, dice Bagley, el consumo de drogas se ha globalizado, hay victorias limitadas o “consecuencias no deseadas” de la guerra estadounidense contra las drogas, la producción de narcóticos se ha extendido “por todo el hemisferio” y el figuras del crimen organizado se han trasladado a regiones y países vecinos, en lo que el académico llama “efecto cucaracha”.
Otras tendencias incluyen la falta de reforma política, el fracaso de Estados Unidos en sus intentos por controlar su demanda de drogas, la inefectividad de las políticas regionales e internacionales de control de drogas y el crecimiento del debate acerca de la legalización de las drogas.
El periodista colombiano Álvaro Sierra, editor de la revista Semana, identifica las “extrañas paradojas” en la cobertura informativa sobre lo que es comúnmente llamado “narcotráfico”. Sierra plantea que el fenómeno de las drogas es cubierto como si fuera un asunto local, cuando debería ser “entendido desde una perspectiva global”. Además, la atención está en criminales individuales, cuando la historia más importante —y quizás la más compleja— tiene que ver con las redes internacionales generadas por el crimen organizado.
El siguiente capítulo aborda “espiral de silencio” que ha descendido sobre los periodistas mexicanos. En un estudio revelador, la Fundación MEPI reporta que a medida que la violencia ligada al narcotráfico aumento en varios estados mexicanos, la cobertura sobre violencia disminuye. Para medir los “agujeros negros de información” que han surgido en México de la mano de la creciente influencia de los carteles de drogas, la Fundación MEPI analizó seis meses de cobertura en 11 periódicos publicados en algunas de las regiones más violentas del país.
Según el estudio, como resultado de la autocensura, muchas historias no son compartidas con el público, lo que impide que México “entienda cuán lejos y cuán profundos se han arraigado los carteles de drogas en todo el país“.
En el capítulo final, Samuel González Ruiz, un consultor de justicia criminal que trabaja para el Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, sugiere una comparación “cuantitativa y cualitativa” con otros países que también han experimentado niveles similares de violencia. A su juicio, esto es necesario para entender realmente las situaciones violentas en México y Centroamérica por estos días.
El ex titular de la Unidad Especializada en Delincuencia Organizada de la procuraduría mexicana asemeja la violencia e inseguridad en Centroamérica y México con un huracán, porque tienen varias causas y no solo un origen. Uno de los resultados que planteó es la “unificación de los mercados ilegales y la militarización de las organizaciones criminales”.
El profesor Rosental Alves, el anfitrión del Foro de Austin y director del Centro Knight para el Periodismo en las Américas de la Escuela de Periodismo de Universidad de Texas en Austin, trazó un tema común en su prólogo: “El tráfico de drogas y el crimen organizado son una plaga global con ramificaciones que no pueden ser entendidas a través de la cobertura tradicional, basada en el conteo de cuerpos. Su cobertura plantea algunos de los más difíciles desafíos que enfrentan los periodistas en este hemisferio en la actualidad”.
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