SANTO DOMINGO, República Dominicana.- Pueblo Dominicano: El próximo domingo, 10 de abril, el Comité Central del Partido de la Liberación Dominicana, ha sido convocado para, entre otros aspectos, escoger los pre-candidatos a la nominación presidencial de nuestra organización política. Es pertinente, por consiguiente, que antes de la celebración de esa actividad, pueda compartir con el país mis perspectivas en relación a uno de los temas que, en los últimos tiempos, ha estado gravitando con mayor intensidad en la opinión pública: el tema de la reelección presidencial.
Esta es una cuestión bastante sensible en la agenda política nacional, tanto por lo que ha sido nuestra historia, por las diversas aspiraciones individuales en torno a la función, así como por los intereses en conflicto.
La primera vez que, en calidad de actor político, tuve que reflexionar y adoptar una postura con respecto a este asunto fue en el año 1998.
En esa ocasión, luego de las elecciones de medio término, en que nuestro Partido, a pesar de haber incrementado su matrícula congresional, no obtuvo, sin embargo, los resultados esperados, dos altos dirigentes del Partido Reformista Social Cristiano, me plantearon la necesidad que, conforme a su criterio, el país tenía de que se modificase la Constitución de la República, a los fines de hacer viable una candidatura mía a la reelección presidencial en los comicios del año 2000.
Después de agradecer lo que consideraba un gesto de confianza política y de cordialidad en el ámbito personal, rechacé, sin embargo, la propuesta.
Los dirigentes reformistas volvieron a insistir en diversas otras ocasiones, y ante mi reiterada negativa, me solicitaron, entonces, sostener una conversación directa con el doctor Joaquín Balaguer.
Acudí a la cita con el viejo zorro de la política criolla, quien también, con su clásica sabiduría, hizo esfuerzos por persuadirme de que de no aceptar una nueva repostulación en el año 2000, el país se encontraría en el riesgo de caer en manos demagógicas e irresponsables, que lo conducirían al caos.
A la luz de lo acontecido, muchos dirán que las palabras del ex presidente Balaguer resultaron proféticas, pero en aquel momento, también a él le razoné que, desde el punto de vista de la institucionalidad democrática, no era lo que el pueblo dominicano estaba esperando.
El no estuvo enteramente complacido con mi respuesta, pero terminó por aceptar mis argumentos.
Con el respaldo de más de 2 millones de votantes, por vez primera en la historia electoral de la República Dominicana, retornamos al poder en el año 2004.
Fruto de los esfuerzos de nuestro Gobierno por recuperar la confianza, la estabilidad, el crecimiento económico y la reducción de la pobreza, volvimos a conquistar el respaldo del electorado en el certamen de medio término del año 2006.
Como la Constitución fue modificada en el 2002, por mi antecesor, con el único objetivo de permitir la reelección presidencial, tuve la facultad legal de presentarme nuevamente al escrutinio de los electores en el año 2008.
Otra vez, en la boleta morada del Partido de la Liberación Dominicana, obtuvimos una votación por encima de 2 millones 200 mil ciudadanos, con lo cual se confirmaba el respaldo de la mayoría de la población a nuestra gestión gubernamental.
En mayo del año pasado, por cuarta vez consecutiva, el Partido fundado por ese maestro de las ideas y de la acción política, el profesor Juan Bosch, se coronó con una victoria abrumadora, al ganar 31 de las 32 provincias del país.
De manera reiterada en los últimos siete años, el pueblo dominicano, en forma mayoritaria, ha volcado su apoyo, de manera legítima y democrática, en favor del Partido de la Liberación Dominicana.
Ese respaldo, sólido y consistente a nuestra organización política, se ha mantenido aún en medio de la crisis financiera global, del alza del precio de los combustibles, de la crisis alimentaria internacional, del plan de austeridad del Fondo Monetario Internacional y de los desastres naturales.
Es lógico, por consiguiente, que ante un panorama internacional incierto y una oposición política que no supera sus desaciertos del pasado, un segmento importante de nuestra población mire con inquietud y preocupación lo que le aguarda el porvenir en las elecciones pautadas para mayo del año próximo.
Apoyándose en las libertades consagradas en toda sociedad democrática, durante los últimos meses ha habido en la sociedad dominicana una efervescencia, con opiniones a favor y en contra, acerca de la eventualidad de que mi nombre sea sometido nuevamente a la consideración de los electores.
En respaldo a esto último, se han llevado a cabo diversas actividades. Se han hecho distintos pronunciamientos y se han generado diversos testimonios, todo dentro de la pluralidad que debe prevalecer en todo sistema que se considere democrático.
Dentro del conjunto de actividades realizadas, 27 Senadores me visitaron en Palacio para expresarme su solidaridad y apoyo ante cualquier decisión que tomase respecto al tema de la reelección.
De igual manera, recibí la información de que la mayoría de los Diputados y Alcaldes del Partido de la Liberación Dominicana estaban dispuestos a realizar un acto parecido al de sus compañeros del Senado, el cual no se produjo debido a mi personal solicitud de desactivación.
Recientemente, se llevó a cabo una recolección de firmas de más de 2 millones de ciudadanos, en apoyo, también, a una eventual decisión en relación al tema de referencia.
Ese proceso de recolección de firmas culminó en un masivo y entusiasta acto, llevado a cabo el pasado 27 de marzo en el Centro Olímpico Juan Pablo Duarte.
Aunque algunos de nuestros adversarios han querido arrojar dudas sobre la autenticidad de la cantidad de firmas recogidas, es bueno recordar que hasta ahora el único Partido en la historia política nacional que ha obtenido más de 2 millones de votos a favor, es el Partido de la Liberación Dominicana.
Por consiguiente, no debe causar ninguna extrañeza que obtenga en firmas de apoyo ciudadano lo que ya ha demostrado más de una vez haber conquistado en votos.
En adición a ese inequívoco, democrático e irrefutable respaldo popular, distintas encuestas, de gran prestigio, han indicado, de manera reiterada, que de figurar como precandidato en las primarias de nuestro Partido, obtendría, en forma abrumadora, el apoyo de la mayoría.
Esas mismas encuestas han indicado que cerca del 80% de la población dominicana considera que optaré por un nuevo mandato presidencial en el próximo torneo electoral.
Asimismo, a pesar de no estar en campaña, las encuestas además han señalado que si las elecciones generales tuviesen lugar en estos momentos, ganaríamos en primera vuelta con aproximadamente los mismos porcentajes que en elecciones anteriores.
Todo cuanto llevo dicho es para indicar que el desafío que se nos presenta ante la eventualidad de una nueva candidatura presidencial, no consiste tanto en disponer de respaldo suficiente como para garantizar una nueva victoria en las urnas, sino, más bien, de las consideraciones constitucionales a esa posibilidad.
Cuando reflexiono sobre este tema, pienso en uno de los más destacados estrategas militares del mundo antiguo. Pienso en Aníbal, el llamado Orgullo de Cartago, quien con sus grandes habilidades de guerrero fue el único, en su tiempo, en derrotar en varias ocasiones al temible ejercito romano.
En su enfrentamiento bélico con la República de Roma, Aníbal fue organizando un ejército integrado, no sólo por cartagineses, sino por distintas tribus que se iban incorporando a medida que avanzaba en territorio.
Entre sus hazañas se cuenta que cruzó los Pirineos. Luego, los Alpes, con sus elefantes, en medio de la nieve, bajas temperaturas y ataques inesperados por parte de grupos hostiles.
Conquistó el norte de Italia. Derrotó a varios de los más importantes generales del ejército romano. De ahí se desplazó hacia el centro, donde también obtuvo otras victorias importantes.
Posteriormente, giró hacia el sur de la Península Itálica, sembrando la derrota en el campo enemigo.
Avanzó tanto en sus conquistas, que en un momento dado, llegó a colocarse a tan sólo cinco kilómetros de las puertas de la ciudad de Roma. Se consideraba que procedería a su acoso y sometimiento.
En la misma ciudad, niños, hombres, mujeres y ancianos se encontraban ya resignados a lo que consideraban como un hecho inevitable: la caída de la Ciudad Eterna.
Sin embargo, cuando todos los vientos soplaban en su favor, Aníbal se detuvo a reflexionar. Sabía que estaba en condiciones de tomar a Roma, pero temía, al mismo tiempo, que pudiese destruirla.
Confieso, que esa también es mi preocupación. La preocupación de que si intentase responder positivamente a las peticiones de diversos sectores de la vida nacional en favor de una nueva candidatura presidencial en el año 2012, se estaría reproduciendo una antigua y rechazada práctica histórica nacional de pretender perpetuarse en el poder.
Se podría argumentar que la reelección presidencial para un segundo mandato continuo, se encuentra prohibida en el artículo 124 de la Carta Magna.
En efecto, dicho artículo dice lo que sigue:
“El Poder Ejecutivo se ejerce por el o la presidente de la República, quien será elegido cada cuatro años por voto directo y no podrá ser electo para el periodo constitucional siguiente.”
Frente a ese planteamiento de la Constitución, destacados juristas han argumentado que la misma no tendría aplicación para los comicios del año 2012, sino más bien para las elecciones del año 2016, en razón de lo indicado por el mismo Texto Constitucional, en el artículo 110, sobre la Irretroactividad de la Ley.
Esa disposición indica que:
“La ley sólo dispone y se aplica para lo porvenir. No tiene efecto retroactivo sino cuando sea favorable al que esté sub júdice o cumpliendo condena. En ningún caso los poderes públicos o la ley podrán afectar o alterar la seguridad jurídica derivada de situaciones establecidas conforme a una legislación anterior.”
Frente a esta situación, esos reconocidos juristas sugieren que lo procedente es una consulta, ya sea a la Suprema Corte de Justicia, en calidad de Corte Constitucional, o al Tribunal Constitucional, cuando éste quede debidamente integrado.
Eso, se reconoce, es tema de controversia jurídica, pero si esa opción legal no resulta lo suficientemente convincente, los artículos 210 y 272 de la Ley Sustantiva, crean las figuras del Referendo Consultivo y el Referendo Aprobatorio, como solución alterna, de validez incuestionable.
Con respecto a lo primero, se afirma en el artículo 210:
“Las consultas populares mediante referendo estarán reguladas por una ley que determinará todo lo relativo a su celebración, con arreglo a las siguientes condiciones:
1) No podrán tratar sobre aprobación ni revocación de mandato de ninguna autoridad electa o designada;
2) Requerirán de previa aprobación congresual con el voto de las dos terceras partes de los presentes en cada cámara.”
Como puede apreciarse, es la Constitución de la República la que prevé el mecanismo de la consulta popular a través de un referendo. Sólo expresa que para que ese referendo se produzca, se requiere la aprobación en el Congreso Nacional de una ley orgánica, esto es, que sea aprobada por las dos terceras partes de los miembros presentes.
Por su parte, el artículo 272, relativo al referendo aprobatorio, señala:
“Cuando la reforma verse sobre derechos, garantías fundamentales y deberes, el ordenamiento territorial y municipal, el régimen de nacionalidad, ciudadanía y extranjería, el régimen de la moneda, y sobre los procedimientos de reforma instituidos en esta Constitución, requerirá de la ratificación de la mayoría de los ciudadanos y ciudadanas con derecho electoral, en referendo aprobatorio convocado al efecto por la Junta Central Electoral, una vez votada y aprobada por la Asamblea Nacional Revisora.”
Los párrafos subsiguientes a dicho artículo, a su vez, indican:
“Párrafo I.- La Junta Central Electoral someterá a referendo las reformas dentro de los sesenta días siguientes a su recepción formal.
Párrafo II.- La aprobación de las reformas a la Constitución por vía de referendo requiere de más de la mitad de los votos de los sufragantes y que el número de éstos exceda del treinta por ciento (30%), del total de ciudadanos y ciudadanas que integren el registro electoral, sumados los votantes que se expresen por SÍ o por NO.
Párrafo III.- Si el resultado del referendo fuere afirmativo, la reforma será proclamada y publicada íntegramente con los textos reformados por la Asamblea General Revisora.”
De los textos leídos se infiere que si se interpretase que el artículo 124 de la Constitución prohíbe la reelección presidencial para un periodo inmediato, nada impide, desde el punto de vista legal, que esto pueda modificarse mediante, primero, un referendo consultivo, y segundo, un referendo aprobatorio.
Por consiguiente, no habría nada de pecaminoso, ni de ilegítimo, ni de ilegal en encauzar una acción orientada en esa dirección.
Tampoco habría poder alguno, sea de la naturaleza que fuere, que pudiese criticar, con justicia, lo que la propia Constitución establece como un derecho.
Eso quiere decir que mi decisión sobre este particular, más que descansar sobre aspectos constitucionales o legales, a lo cual, insisto, tendría legitimo derecho, se fundamenta, más bien, en consideraciones de lo que conviene o no, por razones estrictamente políticas, al pueblo dominicano y al Partido de la Liberación Dominicana.
Ninguno de los compañeros que actualmente aspira a la nominación presidencial de nuestra organización política para el próximo certamen electoral, puede alegar que yo he sido obstáculo para sus aspiraciones.
Por el contrario, he estimulado esa participación, y en diversas ocasiones me he reunido con cada uno de ellos para establecer todo lo relativo al calendario de las primarias del Partido, al padrón electoral, a los integrantes de la Comisión Nacional Electoral y a los reglamentos a ser aplicados en los comicios internos.
A pesar de la opinión contraria de mis adversarios, no me considero un caudillo en el PLD, una figura insustituible, un Mesías, o un hombre aferrado al poder.
En verdad, sólo me he considerado siempre y me considero, nada más, un humilde ciudadano, pero responsable que, desde temprana edad, asumió el sacrificio de aportar su modesto concurso a un mejor porvenir para el pueblo dominicano.
Esa es la pasión que arrastra mi vida, y es la que siempre estaré dispuesto a desempeñar, hasta la muerte, desde cualquier posición, por más encumbrada o simple que sea, a favor de la libertad, la democracia y la justicia social del pueblo dominicano y de los pueblos del mundo.
En el 1998, como he referido, recibí el apoyo directo del líder de una de las más importantes fuerzas políticas del país para una reelección presidencial en el año 2000, la cual, sumada a la nuestra, habría, muy probablemente, producido una nueva victoria electoral, como en 1996, y a pesar de eso, por razones de prudencia, me abstuve.
Trece años después, con significativo respaldo de distintos sectores nacionales, con mayoría en las filas del Partido, con reales perspectivas de un nuevo triunfo electoral, sin impedimento legal insuperable, sólo con el propósito de hacer lo que consideramos correcto, de evitar posibles tensiones a la sociedad dominicana, consolidar nuestro proceso democrático y afianzar aún más la nueva Constitución, hago, por segunda vez, lo que no se había hecho en la historia dominicana: declinar, de manera voluntaria y espontánea, con actitud de desprendimiento, a una nueva repostulación presidencial.
En la defensa de valores democráticos, de progreso y bienestar para nuestro pueblo, he recibido, a lo largo de los años, el respaldo fiel de centenares de miles de personas, de compañeros, amigos y allegados.
A ellos les agradezco la confianza que han depositado en mí. La entrega, el sacrificio y la vehemencia con que han asumido nuestra causa, y espero haber estado siempre a la altura de sus expectativas e ilusiones.
En lo inmediato, mi objetivo central será el de concentrarme en las tareas de Gobierno, a fin de enfrentar los distintos desafíos globales que tanto impacto tienen en los diversos sectores de la vida nacional.
Pero conjuntamente con esa labor de Gobierno, ahora, también, de lo que se trata es de preparar a nuestro glorioso e histórico Partido de la Liberación Dominicana para que una vez más, en los comicios del año venidero, exhiba sus mejores colores, despliegue sus banderas y conquiste una nueva victoria electoral en primera vuelta, como ya hemos demostrado saber hacer.
En mi condición de Presidente de la organización, asumiré un rol de neutralidad frente a la competencia interna de los distintos compañeros. No influiré en forma alguna para que la balanza electoral interna se incline a favor de alguno de los contendientes.
Naturalmente, respaldaré de manera irrestricta, y trabajaré de manera entusiasta a favor de quien las bases del Partido escojan de manera libre y democrática como candidato y próximo Presidente de la República.
Pongo a disposición de nuestra organización las mas de 2 millones de firmas que me fueron otorgadas como expresión de respaldo popular a nuestra gestión gubernamental, que es una forma de individualizar el voto para el próximo certamen electoral; y solicito a todos los compañeros y compañeras del Partido de la Liberación Dominicana que desde ya empiecen a trabajar, con espíritu de unidad, con verdadero empeño y dedicación, a los fines de continuar con la Revolución Democrática que hemos iniciado, que consiste en fortalecer el Estado de Derecho, la libertad, la transparencia, la eficiencia, el progreso, el desarrollo, la paz social, la modernización y el bienestar de los hijos de esta tierra.
¡Muchas gracias! ¡Buenas noches!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario