Marina Villén El Cairo, (EFE).- Armadas con pancartas, megáfonos e incluso piedras, las mujeres egipcias han roto con los prejuicios vigentes en su sociedad y se manifiestan codo con codo junto a los hombres durante las protestas contra el régimen de Hosni Mubarak.
La tensión y la violencia vividas en los últimos días, cuando se han sucedido los enfrentamientos entre los partidarios y opositores al presidente, no han disuadido a las mujeres de tomar las calles y aportar su granito de arena a este momento histórico.
“Vamos a cambiar el sistema, queremos libertad”, aseguró hoy a Efe en la plaza Tahrir (plaza Liberación) la egipcia Amel Said, quien no puede reprimir su euforia en esta jornada bautizada “día de la salida".
Esta denominación sintetiza el deseo de decenas de miles de manifestantes de que hoy, viernes 4 de febrero, sea la fecha esperada en la que Mubarak abandone el poder después de tres décadas. Said, una mujer de mediana edad perteneciente a las clases populares, explicó que su marido y su familia le animaron a participar en las manifestaciones, algo novedoso en una sociedad conservadora y patriarcal en la que la mujer juega por lo general un rol secundario.
“Como las mujeres toman parte en esta revolución, ahora tendrán voz en los asuntos de Egipto”, subrayó Said, sentada en la entrada de la tienda de campaña donde duerme desde hace una semana en el centro de la plaza Tahrir. Esta confianza es compartida por muchas mujeres, que no ocultan su sorpresa ante la masiva participación femenina en esta revuelta popular sin precedentes. Como dijo a Efe la directora del Centro Egipcio para los Derechos de la Mujer, Nehad Abul Komsan, “lo que ha pasado estos días en las calles es impresionante". “Se podían ver mujeres manifestándose al lado de los hombres y mujeres durmiendo en la plaza Tahrir. Esto es extraordinario”, agregó.
Para Komsan, las protagonistas de estas manifestaciones son “una nueva generación de mujeres que tiene estudios, expresa sus sentimientos en internet y que es bien recibidas en los movimientos de protesta".
Esta descripción encaja muy bien con las jóvenes de clase media y alta que armadas con su Blackberry copaban las protestas de los primeros días e informaban minuto a minuto de los acontecimientos en la red social Twitter.
Sin embargo, según han pasado los días, se han hecho un hueco en la plaza Tahrir mujeres de todas los estratos sociales, conservadoras y liberales, tocadas con el “niqab” (velo que cubre todo el cuerpo salvo los ojos) o con el cabello al aire. En esta plaza, se encontraba hoy también la joven Sara Ismail, que reside desde hace un año en Siria y regresó el pasado sábado a Egipto para participar en las protestas políticas contra Mubarak.
Ismail aseguró que en esta revuelta la situación ha mejorado para las mujeres, y si en otras concentraciones debían vestirse de forma más recatada, ahora no es necesario.
“Voy vestida como siempre y ni la gente más conservadora me dice nada”, señaló con alegría esta joven activista, que añadió que tampoco se están produciendo casos de acoso sexual, una lacra en la sociedad egipcia.
“La solidaridad es lo que está haciendo que la revolución sea del pueblo y no de una cierta clase social o de un único sexo”, resumió Ismail. La plaza Tahrir, epicentro de la revuelta popular que comenzó el pasado 25 de enero, no tiene tribunas públicas sino improvisadas, donde cualquiera se lanza con lemas que la multitud repite con euforia. Las mujeres no se quedan atrás.
“El Gobierno de Mubarak es ilegal”, “el Parlamento es ilegal”, “Mubarak vete ya, hoy es el día de la salida”, gritaba hoy una joven tocada con un pañuelo palestino, mientras una treintena de hombres y mujeres coreaban sus eslóganes.
También es el caso de Samia Ibrahim, que en las primera filas de una barricada, situada en uno de los accesos a Tahrir, se mantenía alerta por si los partidarios de Mubarak decidían atacar como en días anteriores.
“Ayudamos a los heridos que han sido golpeados o tiroteados, y también si hay alguien con armas lo detenemos”, dijo a Efe con valentía Ibrahim, mientras llevaba en su mano izquierda cuatro piedras listas para arrojarlas.
Todavía reina la incertidumbre acerca del futuro de Mubarak después de esta multitudinaria jornada de protestas, pero de lo que no hay duda es que, como dice Komsan, estos días se ha dado “un gran paso” en los derechos de la mujer y “se han roto barreras culturales". EFE
La tensión y la violencia vividas en los últimos días, cuando se han sucedido los enfrentamientos entre los partidarios y opositores al presidente, no han disuadido a las mujeres de tomar las calles y aportar su granito de arena a este momento histórico.
“Vamos a cambiar el sistema, queremos libertad”, aseguró hoy a Efe en la plaza Tahrir (plaza Liberación) la egipcia Amel Said, quien no puede reprimir su euforia en esta jornada bautizada “día de la salida".
Esta denominación sintetiza el deseo de decenas de miles de manifestantes de que hoy, viernes 4 de febrero, sea la fecha esperada en la que Mubarak abandone el poder después de tres décadas. Said, una mujer de mediana edad perteneciente a las clases populares, explicó que su marido y su familia le animaron a participar en las manifestaciones, algo novedoso en una sociedad conservadora y patriarcal en la que la mujer juega por lo general un rol secundario.
“Como las mujeres toman parte en esta revolución, ahora tendrán voz en los asuntos de Egipto”, subrayó Said, sentada en la entrada de la tienda de campaña donde duerme desde hace una semana en el centro de la plaza Tahrir. Esta confianza es compartida por muchas mujeres, que no ocultan su sorpresa ante la masiva participación femenina en esta revuelta popular sin precedentes. Como dijo a Efe la directora del Centro Egipcio para los Derechos de la Mujer, Nehad Abul Komsan, “lo que ha pasado estos días en las calles es impresionante". “Se podían ver mujeres manifestándose al lado de los hombres y mujeres durmiendo en la plaza Tahrir. Esto es extraordinario”, agregó.
Para Komsan, las protagonistas de estas manifestaciones son “una nueva generación de mujeres que tiene estudios, expresa sus sentimientos en internet y que es bien recibidas en los movimientos de protesta".
Esta descripción encaja muy bien con las jóvenes de clase media y alta que armadas con su Blackberry copaban las protestas de los primeros días e informaban minuto a minuto de los acontecimientos en la red social Twitter.
Sin embargo, según han pasado los días, se han hecho un hueco en la plaza Tahrir mujeres de todas los estratos sociales, conservadoras y liberales, tocadas con el “niqab” (velo que cubre todo el cuerpo salvo los ojos) o con el cabello al aire. En esta plaza, se encontraba hoy también la joven Sara Ismail, que reside desde hace un año en Siria y regresó el pasado sábado a Egipto para participar en las protestas políticas contra Mubarak.
Ismail aseguró que en esta revuelta la situación ha mejorado para las mujeres, y si en otras concentraciones debían vestirse de forma más recatada, ahora no es necesario.
“Voy vestida como siempre y ni la gente más conservadora me dice nada”, señaló con alegría esta joven activista, que añadió que tampoco se están produciendo casos de acoso sexual, una lacra en la sociedad egipcia.
“La solidaridad es lo que está haciendo que la revolución sea del pueblo y no de una cierta clase social o de un único sexo”, resumió Ismail. La plaza Tahrir, epicentro de la revuelta popular que comenzó el pasado 25 de enero, no tiene tribunas públicas sino improvisadas, donde cualquiera se lanza con lemas que la multitud repite con euforia. Las mujeres no se quedan atrás.
“El Gobierno de Mubarak es ilegal”, “el Parlamento es ilegal”, “Mubarak vete ya, hoy es el día de la salida”, gritaba hoy una joven tocada con un pañuelo palestino, mientras una treintena de hombres y mujeres coreaban sus eslóganes.
También es el caso de Samia Ibrahim, que en las primera filas de una barricada, situada en uno de los accesos a Tahrir, se mantenía alerta por si los partidarios de Mubarak decidían atacar como en días anteriores.
“Ayudamos a los heridos que han sido golpeados o tiroteados, y también si hay alguien con armas lo detenemos”, dijo a Efe con valentía Ibrahim, mientras llevaba en su mano izquierda cuatro piedras listas para arrojarlas.
Todavía reina la incertidumbre acerca del futuro de Mubarak después de esta multitudinaria jornada de protestas, pero de lo que no hay duda es que, como dice Komsan, estos días se ha dado “un gran paso” en los derechos de la mujer y “se han roto barreras culturales". EFE
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